viernes, 16 de marzo de 2012

Políticas municipales de género. Claves de éxito



“Enfoque de Género en los Gobiernos Municipales. Una visión de Futuro”

FACTORES PARA ALCANZAR LA VIABILIZACIÓN DE LAS
POLÍTICAS DE GÉNERO A NIVEL MUNCIPAL.
Dr. Martín Vera M.
Ponencia presentada ante la Comisión de Género de la Cámara de Diputados

LA IDEA COMUNITARIA DEL MUNICIPIO.

El tratamiento del federalismo y del municipio ha sido tradicionalmente centralista, pero la descentralización, finalmente, como lo expresa Susana Peñalva (1989), no se entiende sino referida a ensanchar la autonomía municipal, con tres contenidos fundamentales: autonomía de gobierno, autonomía económico-financiera y autonomía en la organización y gestión de los servicios y sus políticas públicas. Como es claro, ello rebasa la concepción del municipio tradicional y ese, y solo en ese, contexto es posible avanzar en una agenda contemporánea, con temas esencialmente humanos, como el que nos ocupa.

La evolución a nuevas formas de gestión, impulsadas por la convergencia de las políticas de descentralización, tienen como ejemplo la creación de condiciones para el cambio en la gestión federal y, sobre todo, local.  Considerando la naturaleza pública de la organización municipal, se asumen técnicas de gestión, que permitan servicios oportunos, de mayor calidad y adecuados a la complejidad urbana e industrial que se está enfrentando (Osborne, 1994).

Los estudios de eficacia y del procesamiento democrático de las políticas de gobierno llevan a pronunciar la indispensabilidad del involucramiento municipal y de la comunidad asentada en él de forma cada vez más determinante. Otra visión pone al gobierno local como eje de una amplia gama de redes de colaboración y de toma de decisiones para la provisión de bienes y servicios públicos con eficacia que, la mayoría de las veces, avanza a ritmos más acelerados que los marcos legales (leyes, estructuras), que las constriñen. Finalmente, otra propuesta analiza las condiciones organizacionales para crear formas de dirección promotoras de culturas y entornos estimuladores de la flexibilidad, la estrategia y la adaptabilidad, en donde una responsabilidad redistribuida y la innovación continua permitan eficiencia y eficacia en el trabajo de gobierno.

La mirada de estos enfoques científicos abre, sin duda, una perspectiva creciente al ámbito de la descentralización y del municipio, superando los enfoques previos de administración formal, estudios centrados en las relaciones jurídicas o bien de procesos puramente económicos y fiscales, lejanos a su complejidad humana y social.

A la legitimidad legal tradicionalmente exigida a las Administraciones Públicas se ha añadido no sólo la exigencia de los valores de la equidad social y de la participación, sino que, en los últimos años, la legitimidad de las administraciones públicas locales exige, además, eficacia,  eficiencia y resultados en el uso de los recursos públicos, lo cual responde a una necesidad y demanda social derivada, entre otras razones, del hecho de que:

1.  Las Administraciones manejan ingentes recursos públicos (entre el 35 y el  50% del PIB en los países de la OCDE), que no son, al fin y al cabo, sino sustracciones fiscales coactivas de los patrimonios o del potencial de renta privada, de cuyo uso sensato hay un deber de dar cuenta cabal.

2.  Del descubrimiento de que muchas políticas y programas públicos no tienen  los impactos económicos y sociales que formalmente justificaron su adopción, sino otros inesperados, muchas veces vinculados al fenómeno de los corporativismos económicos, sindicales o sociales, que no justifican en términos de eficiencia económica ni de equidad social la detracción de recursos y libertad privada que tales políticas y programas impusieron.

3.         De que la eficacia y la eficiencia de la gestión pública se han convertido hoy, en una condición de supervivencia y en un factor o directriz de reforma no sólo del propio Estado, sino para el logro de la competitividad y, en consecuencia, del propio desarrollo económico y social de cada país, sin el cual no cabe ninguna política social sostenible.

4. De que la construcción de capital social y de valores cívicos, como lo han analizado Bernardo Kliksberg (2000) y Robert Putnam (1993), exige el espacio comunitario, que es el más propicio a nivel municipal.

La relación entre la descentralización y la gestión municipal, no se detiene en sus aspectos fiscales y económicos, sino que lleva a verificar la manera en que ello contribuye a reformular las prácticas, estructuras y decisiones para cumplir mejor y a menor costo, con legitimidad, los fines exigibles por la sociedad. Hasta ahora, es cierto que las instituciones más próximas al ciudadano han carecido, en la práctica, de atribuciones y competencias determinantes para el desarrollo comunitario, situación que se recrudece en las administraciones públicas de los países en vías de desarrollo. Han sido cascarones cuya savia ha sido extraída por el centralismo y se han relacionado con la gente sin mayores posibilidades de establecer niveles de interlocución sostenibles.

Ello significa que no se trata de proponer una salida mágica a los problemas, sino la adopción de un curso que reclama esfuerzo, dirección estratégica, responsabilidad, legalidad y claridad de metas. Hay que entender que la descentralización despierta fuerzas muy poderosas que, dejadas al libre juego de las fuerzas del "mercado", pueden conducir a debilitar a la sociedad. La dirección, desde luego no centralizada, es indispensable por parte de las instancias territoriales pertinentes (Blanco, 1993).  La descentralización es un camino potencial, para contribuir eficazmente a darle un rostro social al Estado Democrático y al espacio municipal.

Esta es la primera reflexión que debe ofrecerse, la de considerar a las administraciones municipales no sólo como un espacio de oportunidad política, ni como institución ofertadora de cierto tipo de servicios, sino como ámbito que lleva en sí mismo responsabilidades de dirección social y de logro de resultados para las cuales se les asignan importantes recursos públicos. Un solo dato de importancia es que para el año 2012 los gobiernos locales habrán de consumir el 30% de los recursos nacionales de manera directa y otra proporción similar de manera indirecta por el gasto ejercido por las instituciones federales.

EL LIDERAZGO MUNICIPAL FEMENINO

El traspaso de decisiones con respecto a la administración pública y a la distribución de recursos para que sean manejados a nivel local ha incrementado la influencia de los gobiernos municipales sobre la distribución de servicios, suministros para infraestructura, oportunidades de empleo, y la calidad del ambiente social, cultural y físico. En este contexto, los protagonistas del desarrollo y aquellas personas que determinan las políticas tienen frente a sí el reto de que la igualdad de oportunidades y la activa participación de las mujeres, junto con la de los hombres, para el desarrollo social y económico sustenten la efectividad y continuidad de las iniciativas municipales de desarrollo.

Las necesidades específicas de género y las desigualdades a las que se enfrentan los hombres y los jóvenes también son claves para los gobiernos locales, específicamente aquellas que afectan a los habitantes de bajos ingresos. Estas pueden incluir a las brechas de género con respecto a los logros escolares y las tasas de abandono de los estudios que no favorecen a los jóvenes; la participación masculina en actividades criminales, la violencia social y doméstica; el acceso limitado de los hombres a tener un empleo estable y seguro, y su poca participación en el control de fertilidad y la educación de sus hijos.

Para asegurar la implementación de políticas con una perspectiva de género, en algunos países, los gobiernos municipales han creado unidades de género, comisiones de las mujeres, u oficinas destinadas a los asuntos de mujeres. Por ejemplo, en El Salvador, 12 de 262 gobiernos municipales, incluyendo la capital del país, crearon tales entidades institucionales.

En Chile, 129 de 345 municipalidades tienen oficinas municipales de la mujer. La Política Nacional Hondureña de la Mujer autoriza la creación de oficinas municipales de las mujeres y, hasta la fecha, 30 de 298 municipalidades lo han hecho. Generalmente estas comisiones u oficinas están compuestas por los representantes de las mujeres electas y tienen el mandato de consultar con grupos de mujeres de la sociedad civil y a hacerles recomendaciones a los consejos municipales. Otros gobiernos municipales establecieron grupos asesores de mujeres que están compuestos por delegadas de las organizaciones de mujeres, empleadas públicas y ciudadanas (Federation of Canadian Municipalities, 2004). La municipalidad de Montevideo en Uruguay creó su Comisión de la Mujer en 1991. Estas entidades sirven para determinar las prioridades de género locales y para defender los asuntos de las mujeres en el gobierno local.

Para lograr que las políticas y los compromisos de género sean más concretos, algunos gobiernos municipales integraron asuntos de género a sus planes municipales de desarrollo, mientras otros desarrollaron planes de acción específicos para la igualdad de género.

Estos planes incluyen las definiciones de igualdad de género, objetivos y áreas estratégicas de acción (tales como la educación, la capacitación, la salud, la prevención de la violencia, la participación política y la participación en el mercado laboral) para generar igualdad de oportunidades y capacidades en el municipio.

En el caso de México, la reducida participación de las mujeres en los espacios de poder político implica que exista un déficit del modelo de liderazgo femenino en la política, por ello los organismos internacionales de desarrollo han enfatizado la necesidad de garantizar una “masa crítica” de mujeres que ocupen puestos de responsabilidad política que sirvan de modelo para otras mujeres así como para transformar las actitudes, creencias y dinámica política (ONU, 1995, CEPAL, 2007).

En cuanto a la necesidad del liderazgo político, a la fecha, la igualdad jurídica entre mujeres y hombres para participar en los espacios políticos municipales no se ha logrado traducir en una presencia equilibrada que exprese la igualdad de condiciones legales.

Históricamente, del total de municipios en el país, las mujeres nunca han logrado superar siquiera el 5% en el cargo de Presidentas Municipales; para el año 2008 la situación se presentaba de la siguiente manera: De los 2,455 municipios, 2,343, lo que equivale al 95.4%, eran presididos por hombres, mientras que sólo 112, esto es 4.6%, eran gobernados por mujeres (INAFED,  2008).

El déficit de la participación de las mujeres en los órganos municipales se extiende a los puestos de mayor rango en los ayuntamientos. La proporción en el cargo de síndicas, representa el 16%. Con respecto a las regidurías, es de 29.5% (INAFED,  Ibid).

La persistencia de múltiples expresiones de discriminación y violencia contra las mujeres que deciden incursionar en el ámbito de la política, dificultan su acceso al cargo de presidenta municipal, así como a los distintos puestos de liderazgo en el ayuntamiento (Barrera, 2004).

Se habla de un “desinterés” por la situación en el ámbito de lo local-municipal, mismo que se debió en gran medida a que las investigaciones y análisis de los estudios de género, así como la generación de las estadísticas y la implementación de las acciones afirmativas se han concentrado hasta ahora, privilegiadamente en los ámbitos macro políticos de las representaciones parlamentarias y de la administración pública nacional.

A pesar de la reforma al Código Federal de Procedimientos e Instituciones Electorales (Cofipe), de 2008, en la cual se hicieron algunas modificaciones importantes respecto a las cuotas de género y algunas acciones afirmativas en la búsqueda por acelerar la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, la participación política directa de las mujeres es aún no impactante en la estructura municipal, en lo general.

DE POLÍTICAS Y POLÍTICAS PÚBLICAS

En lo particular, consideramos que es necesario vincular el proceso propiamente político a las políticas públicas, estas últimas en su parte orientada al logro del igualdad entre los géneros y a la construcción de una sociedad más equilibrada e incluyente. Para ello, es pertinente abordar, de manera integral, el papel que desempeña la conquista de la herramienta más importante de gobierno, que es el presupuesto. La asignación de dinero supone la existencia de una verdadera política, la ausencia del mismo equivale a la prevalencia de un discurso político, pero carente de propuesta gubernamental (Meny, 1999). Un ejemplo es el presupuesto para trata en 2012.

En un marco de política pública, es necesario asegurar la viabilidad de los objetivos que pasan por las instituciones municipales, mediante el diseño de medios adecuados de asignación y aplicación de los recursos públicos. Son muy importantes los modelos del ejercicio presupuestal. En este caso, conviene recordar que nuestro país se está dando un proceso de modificación de la manera en que se elabora y ejerce el presupuesto público, para sustituir el actual sistema que es obsoleto, aunque en el momento de su implementación, la década de los años 80, ofreció el primer ejercicio de racionalidad para la anarquía y discrecionalidad que era administrar el dinero público; estamos hablando de la sustitución del llamado presupuesto por programas.

Entre las opciones para ocupar su lugar, existen diferentes alternativas como son los presupuestos de base cero, los de eficiencia, los de resultados y los de género, entre otros. Nos interesan especialmente los de resultados y los de género porque se conjugan en dos aspectos que son determinantes para trasformar la estructura social. El primero, por su capacidad para medir cuantitativamente las políticas gubernamentales en su impacto en la modificación de las condiciones sociales, en su ámbito económico, político, cultural o social. El segundo, por su utilidad específica para articular la política, monitorearla y medirla en función de su efecto en la transformación de las condiciones desequilibradas entre los géneros.

Esto es muy importante tomarlo en consideración, porque es virtualmente imposible definir políticas de género y medir su impacto en la realidad, con el marco limitado que ofrece el presupuesto por programas, que es el que actualmente se utiliza en los tres ámbitos de gobierno. El presupuesto por programas abona muy poco en favor de la medición del impacto y en bien de la transparencia, por dos razones fundamentales. La primera, es que es un presupuesto que se incrementa en función del índice inflacionario y de la demanda agregada anual.

Su aprobación, especialmente a nivel federal, se centra en la valoración del promedio ponderado de la inflación en el año en curso, proyectando un incremento ligeramente superior para el siguiente, a efecto de no perder su poder adquisitivo. De igual manera, se acumulan las nuevas necesidades a las incorporadas en el año fiscal anterior y de esta manera siempre tiende a su crecimiento. No se explica de otra manera el que el gasto público haya pasado en los últimos diez años de un billón a 3.7 billones de pesos (PEF, 2012).

Asimismo, la información para evaluar el gasto público lo ofrece la cuenta pública, pero esta se rige por dos principios, que es el de anualidad y el de posterioridad. De tal manera que el rezago de la información de cómo se ejercen los recursos públicos con relación a la etapa de aprobación del gasto es de dos años, con lo que la información obtenida no es útil para propiciar  incentivos o sanciones para las instituciones administrativas o para los funcionarios que han hecho bien o mal su trabajo en cualquier política, incluidas las de equidad de género.

Podemos agregar a lo anterior, que, hasta ahora, los criterios aplicados para las auditorias al gasto público que nutren la cuenta pública se fundamentan en los principios de legalidad y de suficiencia presupuestal, no así en los de resultados del gasto, calidad de las políticas o de cumplimiento.

Esto impacta la vida municipal, toda vez que la relación financiera con el nivel central de gobierno se da en los parámetros de 80-15-5, resultando que el 90% o más de los ingresos municipales es de naturaleza federal, vía las llamadas aportaciones o participaciones federales, lo que los sujeta a la evaluación de resultados que implemente el gobierno federal (Vera, 2010)

Por ello, es muy importante avanzar en la llamada evaluación del desempeño, ya que representa un sistema muy trascendente para contrastar los programas presupuestarios con los resultados realmente alcanzados y ello permite medir el logro de políticas tan atingentes, como la de equidad de género. De otra manera, es imposible pasar de los buenos propósitos a las acciones con resultados en materia pública.

La evaluación del desempeño de los servidores públicos es un asunto abstruso y de difícil solución; conlleva el síndrome de la madrastra de Blancanieves: la evaluación es correcta y objetiva y no hay objeciones mientras el espejo mágico diga que uno es la encarnación de la belleza; pero cuando el espejo es objetivo y nos dice que no somos ni los mejores ni los más bellos, ni los más eficaces, entonces confrontamos lo dicho por el espejo y emprendemos una campaña de desprestigio contra los sistemas de evaluación.

Se debe partir del principio de que “lo que no se puede medir no se puede mejorar”. Puesto que no se evalúan los resultados, los gobiernos tradicionales –dice Osborne, (1997)- rara vez alcanzan sus metas.

Desde hace más de 20 años, la evaluación del desempeño se realiza en diferentes países, lo que ha requerido implementar reformas presupuestarias enfocadas a la mejora de la eficiencia y efectividad del gasto público. Nuestro país también se ha incorporado al movimiento hacia la evaluación del desempeño para mejorar fundamentalmente la gestión pública.

No obstante la reciente incorporación de los sistemas de evaluación para el mejoramiento de la administración pública, en México se han desarrollado esfuerzos desde principios del siglo XX, para asociar el gasto público con los resultados; así lo revela la Ley Orgánica del Presupuesto de Egresos de la Federación de 1935, en donde se establecía que los recursos fueran asignados de acuerdo al objeto específico del gasto.

Cuarenta años más tarde, en 1976 se emprende una reforma administrativa para reorganizar la Administración Pública Federal (APF), se promulga la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal (LOAPF), de donde se deriva la creación de la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP); días después, se decretó la Ley de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público Federal (LPCGPF), que impuso como técnica presupuestal el Presupuesto por Programas; sin embargo no es hasta 1983 cuando se establece la Ley de Planeación, que vincula de manera más amplia la presupuestación con los grandes objetivos nacionales, al mismo tiempo que se reforma la Constitución Política con la finalidad de articular el Sistema de Planeación Democrática del Desarrollo Nacional (Vera; Martínez, 2011).

De acuerdo con la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad hacendaria actual (LFPRH), el sistema de Evaluación del Desempeño es un conjunto de elementos metodológicos que permiten:

a) Valorar objetivamente el desempeño de los programas.
b) Verificar el cumplimiento de metas y objetivos.
c) Conocer el impacto social de los programas con base en indicadores estratégicos y de gestión.

Lo anterior permite establecer los dos grandes componentes del Sistema de Evaluación del Desempeño:

a) Evaluación de las políticas públicas y programas presupuestarios, para verificar el grado de cumplimiento de objetivos y metas.
b) Gestión para la calidad del gasto, enfocado en la mejora del funcionamiento de las instituciones y en sus resultados; promover la eficiencia, eficacia, modernización en la prestación de servicios, la productividad en el desempeño de sus funciones y la reducción de los gastos de operación.

En este contexto, se inserta el presupuesto de  género, que, bajo esta perspectiva sí debe permitir orientar el esfuerzo del personal público y el conjunto de recursos financieros, jurídicos, materiales y culturales hacía la verdadera transformación de las condiciones de carencia, desequilibrio o injusticia social.

La persistente situación de desigualdad entre mujeres y hombres lleva a contemplar con mirada crítica las estructuras económicas, la distribución del gasto público, los sistemas de recaudación o las alegaciones de neutralidad de las políticas presupuestarias.

Esta inquietud viene siendo manifestada desde distintos foros internacionales como los de Naciones Unidas en su Informe sobre los Derechos de la Mujer (1985), la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Social de Copenhague (1995) o la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer en Beijing (1995).

Diversas iniciativas a lo largo del mundo secundan esta preocupación por el sesgo de género de las políticas económicas y, principalmente, la ignorancia y falta de conciencia sobre su existencia y sobre cómo éste afecta al impacto en las mujeres de gran parte de las medidas, incluso de las más bienintencionadas. Muchas mujeres, y hombres, se preguntan por qué los avances no son mayores y más rápidos, por qué se producen fenómenos recientes como la feminización de la pobreza, qué se está haciendo y qué se puede hacer desde los poderes públicos.

Los presupuestos con enfoque de género constituyen una de las maneras por las que los gobiernos pueden cumplir sus compromisos relacionados con el género de una forma efectiva. Tal enfoque a menudo pone de manifiesto el sesgo de género de la mayor parte de las políticas (Emakunde, 2006).

Este sesgo implica un costo social que se produce en forma de:

Desigualdad entre hombres y mujeres;
Resultados deficientes de las políticas;
Menor desarrollo de las capacidades de las personas;
Menor tiempo libre;
Menor bienestar tanto para hombres como para mujeres.

La diferencia de posición social y económica entre mujeres y hombres implica que muchas políticas y presupuestos considerados neutrales al género afectan de forma diferente a unos y a otros. Por esta razón, es importante dotar a los presupuestos de un enfoque que tenga en cuenta a las mujeres, que no sea “indiferente al género”.

Dicho enfoque no consiste en la asignación de recursos a programas específicamente dirigidos a las mujeres, que frecuentemente suponen no más de una mínima fracción en los presupuestos públicos. Lo que es más, la mayor parte del gasto público no está orientado de forma específica a hombres o a mujeres. Sin embargo, esto no significa que el impacto de género en el gasto sea neutral, ni tampoco que lo sean los métodos de recaudación.

Asimismo, una razón que avala la conveniencia de tal análisis sensible al género de los presupuestos públicos radica en la necesidad de evitar las pérdidas que una nación puede sufrir como consecuencia de no tener en cuenta las implicaciones de género del gasto y del ingreso público. Algunos ejemplos de ello son:

Falsas Economías. Los recortes en el gasto público a menudo se basan en falsos razonamientos económicos, ya que finalmente revierten en un incremento del trabajo no pagado de las mujeres. Ej.: los recortes en los gastos de salud a menudo suponen para las mujeres:

Disminución del tiempo que pueden dedicar al trabajo remunerado, y por tanto de ingresos públicos por los impuestos correspondientes,

Disminución del tiempo dedicado a actividades comunitarias, y por tanto aumento de la necesidad de gasto público en trabajadores sociales, etc.

Deficiencia de Objetivos. La ayuda a las familias sin recursos para facilitar el bienestar de la infancia a menudo se canaliza a través del cabeza de familia, en detrimento de la persona que efectivamente se encarga de su cuidado. Existen diversos estudios que demuestran que los ingresos por tal concepto distribuidos a las madres tienen un mayor impacto positivo en el bienestar de los niños y niñas; sin embargo, muchas políticas ignoran este hecho.

Pérdida de Resultados. La ausencia de la consideración de género en la planificación del gasto público, por ejemplo en educación, provoca situaciones de desventaja en cuanto a la educación de las niñas. Numerosos estudios demuestran que los países con una tasa comparativa de educación primaria o secundaria de niñas respecto a niños menor del 0,75 pueden esperar niveles de PIB inferiores hasta en un 25% respecto a aquéllos con menor disparidad de género en los gastos de educación.

A la hora de analizar un presupuesto con enfoque de género es importante tener en cuenta que:

ü  No son presupuestos separados para las mujeres ni para los hombres.

ü  Se concentran en una conciencia de género y en su incorporación transversal en todos los aspectos de la elaboración de presupuestos a nivel nacional y local.

ü  Promueven el uso más efectivo de los recursos para lograr tanto la igualdad de género como el desarrollo humano.

ü  Hacen seguimiento y evalúan el gasto y el ingreso público desde un enfoque de género.

ü  Promueven la participación de los grupos de mujeres.

ü  Enfatizan la re-elaboración de prioridades en lugar del incremento del gasto público en general.

ü  Destacan la re-orientación de los programas dentro de sectores, en lugar de cambios de las cantidades asignadas a sectores específicos.

Hay experiencias provechosas y dignas de análisis, como las que publica el programa hábitat de la ONU, que se aplican en países como la India con triple condición de marginalidad femenina, al igual que se hace en naciones como Sri Lanka, Barbados, St. Kitts and Nevis, Sudáfrica, Fiji, Namibia, Suiza, Filipinas, Mozambique, Australia, Reino Unido o Canadá, con importantes resultados.

EJES PARA LA ACCIÓN:

Finalmente, se comentan algunas estrategias clave para actuar con una perspectiva integral en materia de transformación social para la equidad de género a nivel local.

1.    Es imprescindible una verdadera descentralización de la vida nacional. Sin recursos y sin capacidad de decisión a nivel municipal, difícilmente podrá repercutirse la política pública municipal para la equidad de género.
2.    La reforma municipal pendiente debe favorecer instrumentos clave como es la capacidad de planeación económica y social, de la que hoy carece al ser visto el municipio, desde su diseño constitucional, como un sistema de producción de bienes y servicios esencialmente urbanos, tal como se le consideró en la reforma municipal de 1982 que le incorporó el catálogo de servicios que ahora le conocemos, mismos que contrastan con las necesidades humanas y sociales de las ciudades actuales.
3.    Es necesario avanzar en materia de institucionalización de las políticas públicas de género, mediante la creación de institutos o mecanismos específicos en todos los municipios, la incorporación de la perspectiva en los planes de desarrollo municipal y en los programas operativos anuales.
4.    La instancia del comité para la planeación del desarrollo municipal, que debe existir por ley en todos los municipios del país, concebida de manera participativa y representativa, debería tener una vertiente o comisión de género para impulsar las políticas municipales y medir sus objetivos
5.    Está en curso el proceso de homologación de sistemas de registro contable en todos los municipios del país, a partir de la nueva ley de contabilidad gubernamental de 1999. Es necesario culminarla e incorporar en el sistema de registro del gasto la función de equidad de género como mecanismo transversal del gasto público municipal.
6.    Contando con la base administrativa mínima, se hace preciso extender la práctica de estructurar presupuestos basados en resultados y presupuestos de género, consiguiendo círculos virtuosos de política pública que alivien los planes, los programas, los presupuestos e indicadores específicos para monitorear permanentemente el logro de objetivos de equidad de género. Los indicadores de resultados deben valorar dos planos: el nacional y el específico a nivel local.

Estas reflexiones, se subraya, tienen el propósito de reconocer que para lograr las reformas políticas vinculadas a la equidad de género es necesario incorporar la reforma administrativa en el ámbito local, que permita darle viabilidad o materializar logros concretos en materia de igualación de las relaciones entre hombres y mujeres en todos los campos de la actividad económica, política y social. Las reformas parciales son posibles, pero tienen el costo de alargar los procesos y de propiciar resultados no deseados.

Hasta hace unos años, al concepto de globalización se opuso el de glocalización, sintetizado por la idea de actuar localmente y pensar globalmente. Hoy día, en un mundo caracterizado por el renacimiento de la vida local, esto es más cierto que nunca y probablemente sea la ruta más certera para el éxito, mediante el emprendimiento de la reforma local, que es al mismo tiempo la reforma de la comunidad, la reforma de la ciudad y la reforma de la base fundamental del tejido y la organización social y política de todo el estado nacional.


REFERENCIAS:

Barrera D. y Massolo A. El municipio. Un reto para la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, México, Inmujeres, PNUD y Gimtrap. 2003.

Blanco, C., La Reforma del Estado y la Política Social, Política Económica vs. Política Social, en CLAD, Reforma y Democracia, No. 1, noviembre de 1993

COFIPE, en H. Cámara de Diputados. http://www.diputados.gob.mx. 2011.

Emakunde, Presupuestos Públicos en Clave de Género, Instituto Vasco de la Mujer, España, 2006.

Federation of Canadian Municipalities and City of Montreal (Femmes et Ville Program) “A City Tailored to Women:The Role of Municipal Governments in Achieving Gender Equality.” Ottawa and Montreal. 2004.

Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (2008). Agenda desde lo local, en:

Kliksberg, B., Capital Social y Cultura, Claves Olvidadas del Desarrollo, Foro de Política sobre "Cultura, Desarrollo e Integración",INTAL- BID, Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina y Fundación El Libro, Buenos Aires.  20 y 21 de abril de 2000.

Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, http://www.diputados.gob.mx. 2011.

Mény, I., y  Thoenig, J.C., Las Políticas Públicas, Madrid, Tecnos, 1999. 

Osborne, D. y Gaebler, T., La Reinvención del Gobierno,  La Influencia del Espíritu Empresarial en el Sector Público, Barcelona, Paidós, 1997, 

Peñalva, S.,   Gobierno y Democracia Local en América Latina,  Santiago de Chile, CLACSO, 1989, 

Putnam, R.,    Making Democracy Work, Princeton, Princeton University Press, 1993.

Presupuesto de Egresos de la Federación para 2012. . http://www.diputados.gob.mx. 2011.

Vera, M. Finanzas Públicas Federales y Estatales. Manual. Auditoria Superior de la Federación. México, 2010.

Vera, M., Martínez, C. Construcción y Fiscalización de Indicadores de Gestión y de Resultados. Manual. Auditoria Superior de la Federación. México, 2011.




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