por Martín Vera
El proceso judicial en contra de la ex líder del sindicato
magisterial, Elba Esther Gordillo, levantó una enorme polémica nacional, que va
desde los aspectos jurídicos, los políticos, hasta el hecho de que, independientemente
de que el enriquecimiento inexplicable es evidente, hay varios aspectos que son bastante
confusos, por decir lo menos, como son la
condena previa que ya se emitió en los diversos medios y por instituciones
oficiales, la estrategia de escarnio
político y la rapidez con la cual el SNTE la sustituyó en el cargo de presidenta
de la organización, lo que se lee como una sentencia de culpabilidad tácita,
aunque legalmente, en teoría, en nuestro estado de derecho, cada quien es
inocente hasta que se pruebe lo contrario.
Cuando transcurra la atención por este asunto, aún quedará
pendiente el tema de fondo, el rumbo de la educación. Aquí lo interesante será
ver si la situación de una sola persona puede definir un nuevo camino en
materia educativa o es una percepción absolutamente falsa, que encierra
acuerdos y percepciones que se han venido negociando desde años atrás, para
imponer un nuevo modelo tanto dogmático como de propiedad de las escuelas, la
relación laboral de los maestros y el vínculo entre la educación y las
necesidades de la industria y los negocios, en un entorno globalizado, muy
diferente al que definió los principios de la educación progresista y
nacionalista que administraron figuras como Jaime Torres Bodet o José Vasconcelos
y en las que incluso se supone que habría sido educado el actual secretario de
educación, Emilio Chuayffet.
La educación en México es un tema muy complejo y muy
conflictivo. Hay diversas teorías,
interpretaciones, estrategias y proyectos que no permiten identificar una sola
línea para el presente o para el futuro.
Está el modelo de la educación, generada desde la Revolución Mexicana
que habla de un fenómeno ligado a la democracia y el desarrollo individual y
social, con tintes nacionalistas y progresistas. En el extremo opuesto, se
encuentra un modelo que privilegia la propiedad privada y la orientación
técnica de la educación, vinculada a los fenómenos socioeconómicos de los
últimos 30 años, con las pretensiones del libre mercado. Pero entre esos polos, hay muchas cuestiones
confrontadas, tales como las mejores maneras de inculcar la solidaridad, frente
a la tendencia del individualismo. La enseñanza
de las ciencias exactas, frente a las artes y las humanidades. El financiamiento público frente al
financiamiento privado. La formación de maestros como un problema público,
hasta verlo como un modelo ligado a los intereses financieros y mercadotécnicos
de las escuelas y las instituciones privadas. Ello pasa por la ciencia, la
tecnología y la innovación, ¿a quien deben servir?, ¿quien las genera, quien
las financia?, ¿el Estado debe subsidiar a las grandes empresas o las grandes
empresas tienen que ser la punta de lanza?.
Lo cierto es que nada es claro y eso es un grave problema.
Inclusive, en materia de modelos educativos, las generaciones actuales de
mexicanos hemos sido formados por lo menos por tres o cuatro diferentes
programas. Desde el modelo socialista hasta el modelo Montessori. Los padres
han visto como en las aulas han cambiado los programas, la colocación de las
sillas, la actividad en equipos, uno individual, otro que prefiere las
manualidades, u otra que promueve la investigación en redes tecnológicas, entre
otros.
Pongamos tan sólo un caso. como bien se ha dicho, no es lo
mismo entender el problema de los maestros considerándolo como una cuestión de
orden, de disciplina, de capacitación, de métodos adecuados de reclutamiento, o
bien, como un problema de cargas excesivas de horas, enormes grupos de alumnos,
de falta de plazas, de adecuada capacitación, entre otras. ¿Quien tiene la
visión y la capacidad para decir cuál es el problema central? Son tesis
opuestas que llevan a políticas y resultados totalmente opuestos.
En esta época, incluso es inentendible la afirmación
contundente del secretario de educación cuando dice que el futuro debe ser la
educación. ¿De qué está hablando, qué tipo de personas necesitamos formar a
través la educación, que asignaturas debe tener, que herramientas, cual modelo?
Lo cierto es que nos falta un escenario sobre el tipo de personas que
necesitamos que sostengan la sociedad mexicana dentro de 30 años para encaminar
los aspectos centrales del sistema educativo en esa dirección. Y es un tema que
no se ha discutido ni siquiera mínimamente. Apenas estamos en el nivel de los cacicazgos
sindicales, de la propiedad educativa, de los rechazados, pero nada más.
Manuel Castells, un estudioso español, dice que estamos
embelesados de las materias de deporte, pero no sabemos qué deporte enseñar y
si este educa o deseduca. Efectivamente, no es lo mismo inculcar actividades
deportivas en las que predomina el individualismo o actividades que estimulan
la cooperación y el trabajo en equipo.
De qué modelo educativo hablamos, cuando el éxito de las
sociedades son los centros comerciales y los grandes centros de negocios, a los
que es muy fácil acceder, mientras que las escuelas y las universidades se
ubican en las orillas de las ciudades y son prácticamente inaccesibles?
Tailandia ya destina el 25% de su producto interno a la
universidad y a la tecnología. Japón, en su reciente reforma educativa se
propone formar en 20 años ciudadanos que dominen varios idiomas, que sepan
hacer negocios y que tengan una visión global. Hay un modelo claro de que es y
hacia donde va su educación. No es nuestro caso.
Lo que más pesa en estos días, es que el tema sea Elba
Esther. Pero frente a los temas centrales de la educación hay un silencio que
estremece y preocupa.
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